La verdad, tarde o temprano, sale a la luz. Luego de semanas de ataques injustificados y afirmaciones infundadas, el excontralor Carlos Felipe Córdoba logró lo que pocos esperaban: que su principal acusador, el senador Ariel Ávila, rectificara públicamente y reconociera que no hubo ninguna irregularidad en su formación académica.
La historia comenzó en mayo de 2024, cuando Ávila lanzó una serie de señalamientos en redes sociales y desde su curul en el Congreso, cuestionando la validez de los títulos académicos de Felipe Córdoba, incluso insinuando que estos se habían obtenido sin rigor ni mérito. Fue entonces cuando el excontralor, decidido a defender su nombre y su trayectoria, acudió a la Corte Suprema de Justicia y presentó una denuncia formal por injuria y calumnia.
Lejos de alimentar el ruido mediático, Felipe Córdoba optó por los caminos institucionales. Con serenidad, presentó las pruebas necesarias para desmontar cada una de las acusaciones: sus títulos, homologaciones y certificados académicos, todos en regla, legales y obtenidos conforme a la ley.
Este jueves, en una audiencia de conciliación que se extendió durante varias horas, las palabras y los hechos se encontraron cara a cara. Allí, el senador Ávila admitió que no existía fundamento para sus afirmaciones y rectificó. Quedó claro, frente a la Corte y al país, que los estudios de Felipe Córdoba fueron legítimos y que no hubo ninguna irregularidad en su formación profesional.
Esta victoria legal y moral refuerza la imagen de Córdoba como un funcionario serio, con una hoja de vida intachable y una carrera pública construida desde el mérito. En contraste, deja en entredicho el estilo de oposición de quienes prefieren atacar sin pruebas antes que debatir con argumentos.
La audiencia, que empezó con tensión, terminó en un tono más sereno. Con un café de por medio y tras revisar los hechos, se impuso la verdad. Para muchos observadores, el resultado de esta conciliación deja claro que Córdoba no solo tiene una sólida formación académica, sino también un temple admirable para enfrentar la calumnia con hechos, no con palabras vacías.
En medio de un ambiente político enrarecido, esta es una lección para el país: la dignidad no se negocia, y la verdad, aunque demore, siempre triunfa.